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La Guaita: Tradición y Vida Campesina en el Corazón de Puerto Plata

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La vida en La Guaita se organiza en torno a la familia, la fe y la tierra. Aquí todavía se celebra la vela de los santos, las novenas por los difuntos, y las fiestas patronales con música típica, comida criolla y bailes
En las lomas verdes del municipio de Imbert, en la provincia de Puerto Plata, se encuentra La Guaita, una comunidad campesina que conserva con orgullo su esencia rural. En este rincón sereno del país, la vida sigue el ritmo del campo: sencilla, trabajadora y profundamente conectada con la tierra. La Guaita es mucho más que un paraje agrícola; es una comunidad cargada de historia, de costumbres vivas y de un espíritu comunitario que resiste al paso del tiempo.

La Tierra que Alimenta

La economía de La Guaita gira en torno a la agricultura. Desde la madrugada, hombres y mujeres se dirigen a sus conucos donde cultivan yuca, plátano, batata, cacao, guandules y café. Aunque en su mayoría son agricultores de subsistencia, muchos venden parte de su cosecha en los mercados de Imbert o Puerto Plata, manteniendo así una economía local modesta pero digna.
Los animales de corral —gallinas, puercos, vacas y burros— son parte del paisaje diario. Es común ver a los campesinos montados a caballo o en mula, llevando carga o simplemente trasladándose entre comunidades.

Costumbres que Resisten

La vida en La Guaita se organiza en torno a la familia, la fe y la tierra. Aquí todavía se celebra la vela de los santos, las novenas por los difuntos, y las fiestas patronales con música típica, comida criolla y bailes en la casa comunal o en la cancha del pueblo. El respeto por los mayores, la hospitalidad con los visitantes y el compartir lo poco que se tiene son valores fundamentales.
Uno de los rituales más tradicionales es el «velorio de angelito», una antigua costumbre que se realizaba cuando fallecía un niño pequeño. Aunque ha disminuido con el tiempo, todavía quedan quienes recuerdan cómo se decoraba la casa con flores blancas y se rezaba durante toda la noche.
Los juegos de gallos, las carreras de caballos improvisadas, y las rondas de cuentos en las galerías al caer la tarde, son parte de una vida en la que el entretenimiento no depende de pantallas, sino de la creatividad y el sentido de comunidad.

Relatos del Pueblo

Como en muchas comunidades rurales del país, La Guaita está llena de historias orales y leyendas que han pasado de generación en generación. Se habla de «La Luz Mala», una luz misteriosa que se aparece en los caminos oscuros; del hombre sin cabeza que vaga por los cafetales; y de tesoros enterrados por los españoles o los haitianos durante las guerras antiguas.
También se cuentan historias reales de resistencia y lucha: campesinos que defendieron sus tierras de manos extranjeras, mujeres que sacaron adelante a sus hijos con trabajo en el campo, y jóvenes que, aunque emigraron a la ciudad, no olvidan sus raíces.

Desafíos y Esperanza

La Guaita, como muchas zonas rurales dominicanas, enfrenta desafíos: caminos difíciles de transitar, acceso limitado a servicios de salud, escasez de oportunidades educativas para los jóvenes, y falta de apoyo estatal. Sin embargo, la comunidad se mantiene fuerte gracias a la solidaridad entre vecinos, el orgullo por su tierra y el deseo de que sus hijos tengan un futuro mejor.
Algunos jóvenes han comenzado a regresar, atraídos por el potencial del agroturismo, la agricultura orgánica y el desarrollo sostenible. Hay un creciente interés por proteger los recursos naturales de la zona, especialmente sus ríos y montañas.

Un Tesoro Rural por Descubrir

La Guaita no aparece en los mapas turísticos ni en las guías de viaje, pero es un lugar donde se puede experimentar la República Dominicana más auténtica: la del fogón, la del campo sembrado, la del café colado en colador de tela y la conversación sin prisa bajo una mata de mango.
La historia de La Guaita no se escribe en libros, sino en los rostros de su gente y en la tierra que cultivan. Es una comunidad viva, con historias que merecen ser contadas y un futuro que vale la pena construir.

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