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Este error no te dejas lograr el éxito

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Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de claudicar cuando a uno lo vence una frustración temporal. Todo el mundo es culpable de este error en un momento u otro.

A un metro del oro

Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de claudicar cuando a uno lo vence una frustración temporal. Todo el mundo es culpable de este error en un momento u otro.

Un tío de R. U. Darby fue presa de la «fiebre del oro» cuando tuvo lugar el fenómeno y se fue al oeste a cavar y hacerse rico.

Desconocía que se ha extraído más oro del pensamiento del ser humano que de la tierra. Consiguió una licencia y fue a trabajar con un pico y una pala. Su partida fue dura, pero su deseo de encontrar oro era inquebrantable.

Tras varias semanas de trabajo, obtuvo la recompensa de descubrir una veta de este brillante mineral. Necesitaba maquinaria para extraerlo a la superficie. Con gran discreción, tapó la mina, volvió sobre sus pasos a su casa en Williamsburg, Maryland, y les habló a sus familiares y a algunos vecinos de su «descubrimiento».

Entre todos reunieron el dinero para adquirir la maquinaria necesaria y Darby y su tío regresaron a la mina para seguir trabajando.

Extrajeron de la cantera un primer carro del mineral y lo enviaron a un fundidor. ¡El resultado probó que tenían una de las minas más ricas de Colorado! Con algunos carros más de ese mineral saldarían todas sus deudas. Entonces empezarían a ganar mucho dinero.

¡Hacia abajo fueron las taladradoras! ¡Hacia arriba fueron las esperanzas de Darby y de su tío! Pero entonces algo ocurrió.

¡La veta de oro desapareció! ¡Habían llegado al final del arco iris y la olla de oro no estaba allí! Siguieron perforando, intentando encontrar desesperadamente la veta otra vez, pero no lograron ningún resultado.

Finalmente, decidieron claudicar. Vendieron la maquinaria a un chatarrero por varios centenares de dólares y tomaron el tren de regreso a casa. ¡Algunos chatarreros son ingenuos, pero éste no lo era! Llamó a un ingeniero de minas para que examinara la mina e hiciera unos cálculos. El ingeniero le explicó que el proyecto había fracasado porque los dueños no estaban familiarizados con las «vetas falsas». ¡Sus cálculos indicaban que la veta se hallaba sólo a un metro de donde los Darby habían dejado de perforar! ¡Y allí es exactamente donde lo hallaron!

El chatarrero extrajo millones de dólares del oro de la mina porque fue lo suficientemente inteligente como para pedir el consejo de un experto antes de darse por vencido.

La mayor parte del dinero que se invirtió en la maquinaria se debía a los esfuerzos de R. U. Darby, quien era entonces un hombre muy joven. El dinero procedía de sus familiares y vecinos, que habían confiado en él. Aunque tardó varios años, les devolvió hasta el último centavo.

Mucho tiempo después, Darby se recuperó de su pérdida cuando descubrió que el deseo podía convertirse en oro. Y lo descubrió después de ingresar en el negocio de la venta de seguros de vida.

Sin perder de vista el hecho de que había perdido una enorme fortuna porque él mismo se había detenido a un metro del

oro, Darby sacó partido de esta experiencia en el trabajo que eligió, sirviéndose del sencillo método de decirse a sí mismo, «me detuve a un metro del oro, pero nunca me detendré porque los clientes me digan que no cuando trate de venderles un seguro».

Darby fue uno de los pocos hombres que conformaban un pequeño grupo de menos de cincuenta integrantes que en aquella época vendían más de un millón de dólares anualmente en seguros de vida. Debió su «tenacidad» a la lección que aprendió a raíz del «abandono» de su mina de oro.

Antes de que aparezca el éxito en la vida de cualquier persona, seguro que va a padecer frustraciones temporales, y, quizás, algún fracaso. Cuando una persona sufre una derrota, lo más fácil y lo más lógico es abandonar. Eso es precisamente lo que hace la mayoría.

Más de los quinientos hombres más exitosos que ha conocido jamás Estados Unidos me confesaron que su mayor triunfo supuso únicamente un paso más a partir del punto en el que los había alcanzado la derrota. El fracaso es un embustero con un sentido agudo de la ironía y la astucia. Se deleita haciéndonos tropezar cuando el éxito está casi a tiro

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